®️ A mi madre
Dedicado a mi madre y a todas aquellas mujeres
que han tenido que soportar la frase
«Sos una mantenida»
Estaba sentado sintiendo como el borde de la pipa besaba mis labios, cuando de pronto se acercó un niño preguntándome… ¿Qué es una mujer?
Sonreí de costado viendo cómo se alejaba tras una golondrina, y perdiendo la mirada en aquel bello atardecer, olvidé la cuestión, pero…
Sin esperarlo volvió a mis pensamientos aquella interrogante, miré un cóndor sobrevolar mi estancia y entre tanto escuchaba el relincho de un potro, pensé… ¿Una mujer? ¿Qué es una mujer?, y recordé a mí madre. La Dama que fue injustamente criticada por no trabajar fuera de casa, y muchas veces oí, cuando le decían… «Sos una mantenida», mi madre sonreía, sin embargo, sentí en más de una ocasión como se bebió una lágrima de impotencia y respeto, por quien no lo tenía para con ella.
Je, cosas de la vida, la envidia de la gente, pero… Aquella mujer… «Mi madre», tenía un extenso currículo de profesiones sin diploma, era ante todo madre, casi empleada de sus hijos y fiel servidora de mi padre. Siempre mantuvo la casa limpia, no recuerdo haberme acostado entre sábanas a las cuales les faltara aquel aroma tan peculiar a limpio.
Mi cuarto, aun siendo grande, era ella que lo conservaba intacto, yo me enojaba porque rezongaba al ver mis cosas tiradas, como cualquier adolescente alocado, a quien le importa poco lo que hace su madre, uno se acostumbraba a que ella, sencillamente ella haga las cosas. Cuando una de mis hermanas o yo nos lastimábamos, era ella la enfermera, un dolor de muela, un golpe, un corte, ¿Qué más daba?, lo importante es que nunca faltó su presencia en noches solitarias, cuando me quedaba hasta altas horas de la madrugada estudiando, porque al siguiente día tenía un examen, y lo comprendí de grande…
Mamá se levantaba, pasaba por mi habitación diciéndome con dejo de indiferencia… “Me levanté al baño, si querés te preparo un té”, lo traía calentito y con la cantidad de azúcar que correspondía… Con mil excusas por descubrir, no solía irse a descansar hasta que veía la luz de mi alcoba apagarse, aunque, no obstante, aguardaba varios minutos y con otra excusa, la de venir a llevarse la taza de té, me cubría un poco más, aunque fuera pleno verano…
Al amanecer, antes de irme a secundaría, desayunaba aquel tazón de té con leche, acompañado de pan con manteca o bizcochos, tal vez, si había dinero para comprarlos, decía que debía alimentarme, aún si estaba gordo o no tenía hambre… En épocas jodidas, muchas veces se sentó a la mesa y mientras el plato de mis hermanas, el de mi padre y el mío estaban rebosantes de comida, el de ella se encontraba vacío…, recuerdo sus palabras frente a las preguntas de nosotros… ¿Y vos no comés?, “no”, respondía, no tengo hambre, y cuando uno crece se entera que es mentira, si mamá mentía, mentía porque sí tenía apetito, pero como había escasez de dinero, ella se alimentaba el alma entre tanto nos veía a nosotros, los seres que ama, llenar el estómago, luego recogía los platos, mientras cada uno se iba a seguir con sus cosas y la dejábamos allí, como empleada de la casa.
Más de una vez cuando nos pedía un beso, uno respondía, mamá no me hagas pasar vergüenza, estoy con mis amigos, y corríamos a vivir la juventud sin ver esa tristeza por el rechazo de un hijo frente al beso de una madre, pero ella… Ella seguía en silencio.
Con los años uno se percata que esa mujer también tiene otro título, el de Psicóloga sin diploma, pues dentro de sus mil defectos, sabía comprender la juventud como quizá, no la sabe entender ese que es diplomado…
Al ir de vacaciones, quien arreglaba la ropa en su respectivo lugar era ella, quien nos cuidaba era ella, quien le aprontaba el mate a papá era ella, o sea la mujer criticada por no laborar fuera de casa, era quien trabajaba noche y día, sin descanso, por cuidarnos y hacer de su hogar un paraíso y no justamente para sí, sino para su esposo e hijos. Escuché a mí padre o hermanas, tanto como a mí mismo, responder cuando nos pedía algo en pleno tiempo de distracción… “no me rompas los cocos que estoy de vacaciones”
Cuando emigré del país la escuché decirme en el aeropuerto, espero que todo salga bien, sus ojos alegres por apoyarme en una decisión jodida, escondía tras esa mirada confusa, la agobiante realidad de separarse para siempre de un hijo, pero yo seguí mí camino sin mirar atrás…
Siempre me retaba por las cosas que no estaban correctas, más cuando alguien me atacaba, salía a defenderme casi como una leona, me sorprendía su actitud, pues era una mujer tranquila…
Transcurre el tiempo, los años, imperdonable destino que nos acecha sin consideración, y por ahí encuentro mujeres a mí paso…
Soy bohemio, soñador y despreocupado tanto como despistado, vivo solo, hago todo lo que corresponde y mi vida se convierte en un ir y venir sin esperas ni análisis, soy un tiro al aire, como se acostumbra a decir en mí país, cuando realmente no sabés lo que buscás en los senderos de la existencia. Uno puede ser muy correcto, amable, cortés, educado, respetuoso y defensor de sus valores, que a fin de cuentas me los inculcó mi madre, porque mi padre, si bien puso parte de la educación, era mamá quien estaba cada segundo educándonos…
Pero… De pronto, cuando me pregunto mil veces ¿por qué vivo? ¿cuál es la razón de estar vivo?, se cruza en mi senda una mujer, una mujer con todas las letras y me doy cuenta de que… ella cambia todo en mi itinerario de vida, desde mi manera de actuar, hasta de pensar, acomodando cada error, sintiendo que puede hacer de mí un perfecto ser humano y transforma los defectos en virtudes, dejando que yo mismo entienda el porqué de los cambios…
Ya no estoy solo, me siento bien, me sonríe el destino y la palabra amor toma un significado, el corazón se ablanda, el alma se encoge permitiendo que nuevos sentimientos afloren, y veo como la muralla fría y estática que estaba entre los demás y yo cae, sí, cae sin preámbulos, como las hojas secas del otoño…
¿Y qué es lo que encuentro?… encuentro paz, sosiego, la verdad hecha carne y esa mano tibia, cual paloma sensible se posa sobre mi frente, para calmar mi cansancio en tardes repletas de mil problemas en mi cabeza, me da la tranquilidad de sentirme seguro entre sus brazos, amante de lo eterno y amigo del mismo tiempo, es la Dama que aun teniendo sus propias preocupaciones, las deja a un lado para atender las mías, la diva cual escapada de un Sueño renuncia a sus deseos por colmar de felicidad los míos, quien a veces no duerme porque me aqueja un simple dolor de cabeza, esa misma que rozando mi piel me enerva a tal punto, que olvido mí nombre por revivir dentro de ella, la mujer quien soberana Princesa de mis días y auténtica emperatriz de mis noches, sabe cómo convertirme en hombre y arregla mi corbata de cortés Caballero durante el día…
Esa Dama que no se de dónde saca tiempo para atender a los hijos, saber cómo está la familia, reunir a los amigos y hacerme el más feliz de los mortales… La veo acariciar mis manos, celosas guardianas de mis secretos, ella que limpió mí piel de tantos pasados devaneos y convirtió mi lecho, en un lecho pulcro y puro, haciéndome olvidar hasta la última de mis aventuras. La mujer que borró mi pasado con sus besos, y dejó sus caricias en mi cuerpo para aniquilar las desilusiones que traía por dentro…
¡Por Dios!… Aquel niño se fue sin poderle decir lo que para mí significa una mujer… Ojala y el tiempo al igual que a mí, le dé la oportunidad de descubrir en los ojos de su madre y la mirada de la Dama que en su camino le acompañe… Lo que verdaderamente es una mujer…
Mujer… pero, si nacemos de una mujer, y al morir nuestra mano es sostenida por una Dama, cual altiva, soñadora, amiga, amante, señora y sobre todo, amorosa, es quien se bebe las lágrimas cuando el hombre que ama, sea un hijo, el padre o ese Caballero compañero de su vida está en las puertas de la muerte, porque solo una mujer es capaz de estar cuando nace un hombre y también cuando muere…
La mujer es el único ser humano capaz de tener y sostener la suficiente fortaleza de no demostrar su flaqueza por realzar la inexistente fuerza de un hombre, en el momento que éste necesita el apoyo de alguien, aun cuando ese apoyo sea sujetar nuestra mano cuando la muerte viene a buscarnos y el miedo lógico y entendible, se transforma en el mejor sentimiento, tan solo por tener «Esa mujer» protegiendo nuestros temores…
Esa mujer, que siendo madre se lleva bien con la nuera, aun teniendo en sus sentimientos los celos y la mujer que siendo esposa, sabe compartir con su suegra a su hombre, y también se come los celos y tan solo se saben entender a través de las miradas de comprensión, rivalidad y celos, pero respetándose y queriéndose por ser y hacer feliz al mismo Caballero, que ambas aman…
Espero que cada hombre pueda encontrar la respuesta al verse en los ojos de su madre y los de su compañera de vida… Y que las demás mujeres dejen de llamarle a otra que no trabaja fuera de casa mantenida… Porque esas profesionales incapaces de lavar una taza de té y llamar a otras mantenidas son las que justamente no merecen mi respeto, por creerse soberanas dueñas de una estúpida verdad… Las mismas que deberían mirar atrás y comprender, que quizá por una mantenida, es que ellas son profesionales…
Y las que ganan una profesión con diploma, mayormente son las que pierden el sabor de sentirse realmente «Una verdadera mujer»
P.D: No desmerezco a la mujer profesional que sabe ubicarse, simplemente no tiene mi respeto aquella, la cual, con estúpida soberbia, critica a una «Ama de casa», mientras ellas mismas tienen hijos, que se los dan a las “amas de casa” para que se los cuiden y encima, tienen el descaro de decir “No necesito de nadie, porque yo trabajo”, y esas mujeres son las más grandes hipócritas…
Rostro Enmascarado
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